Sunday, March 09, 2008

La torta del Duc de Lorraine


Cuando mis hijos eran niños no había cabida en la casa para ningún lujo, dado nuestro estatus de joven familia estudiante. Pero había uno al que siempre me atuve: en las celebraciones, la torta debía ser de excelente calidad. Nada de darle a los niños tortas de falsa crema de las que venden en los supermercados, sino que siempre escogía una de la pastelería Duc de Lorraine.


Le Duc de Lorraine es una pasteleria con muchas pretenciones que se encuentra muy cerca de la Universidad. Se trata de uno de esos sitios donde lo reciben a uno unas señoras vestidas con cofia, con acento parisino y con la actitud de quien nos hace un gran favor al vendernos los pasteles.

Con los años, la calidad de las tortas fue desmejorando, o nuestro gusto se fue refinando, pero en aquel entonces las tortas del Duc de Lorraine me parecían deliciosas y, aún en dólares de hoy en día, carísimas.

En los días de cumpleaños, encargaba una hermosa Selva Negra con escamas de chocolate belga, crema batida con verdaderas cerezas al Kirsch y una hermosa inscripción de Feliz Cumpleaños escrita en pasta de almendras. Luego llevaba la torta a la guardería, donde sería paladeada con un vaso de leche fría por los amiguitos de mis hijos, todos con sus baveros. Sentados, los más viejos, en las mesitas bajas que usaban para las meriendas y los más jóvenes, en las sillas de bebés.

Para mi hijo, la torta del Duc de Lorraine se convirtió en símbolo de gran celebración y de final feliz. Fue así como empezó a insistir que todos los cuentos que había que repetirle todas las noches, finalizaran con los personajes de la historia compartiendo una torta del Duc de Lorraine.

La Abuelita, Caperucita y el Cazador, debían sentarse a comer la torta del Duc de Lorraine, el Príncipe y el Mendigo sellaban su amistad con un pastel del Duc de Lorraine, la Bella Durmiente no sólo era despertada por un beso, sino que se comía un pedazo de torta del Duc de Lorraine picado por el amoroso príncipe.

Yo a veces le argumentaba a mi hijo que a lo mejor los personajes no habían tenido tiempo de comprar torta, todos sabemos que las pastelerias cierran los Lunes....o habían tenido que comprar otra torta, del Supermercado Steinberg, o de la zona de dulces de la tienda Eaton...El me respondía con lógica infalible "pueden comprarla el Domingo mamá"...

No había nada que hacer: un verdadero final feliz sólo ocurría con una torta del Duc de Lorraine.

Me acordé de esta historia luego de presenciar los acontecimientos recientes del encuentro del grupo de Río en Santo Domingo, donde los Presidentes que entraron en la mañana con insultos terminaron en la tarde de grandes abrazos cordiales.

Después de declarse mutuamente genocidas, inciadores de guerra, de mobilizar tropas a la frontera, de amenazar con cortar relaciones, con nacionalizar empresas, de dar declaraciones a favor de terroristas, etc etc.. se contentaron de golpe, caminaron los unos hacia los otros, se sacaron fotos juntos y se dieron grandes abrazos.

...pero no los vi picar la torta del Duc de Lorraine.



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