Tuesday, January 07, 2014

Más que un asesinato

Quisiera creer que se trató de alguna pasada de cuentas en la que el sicario se equivocó de víctima. Que la muerte de una pareja joven e indefensa en frente a su hija de 5 años puede explicarse de alguna manera. Yo sé que tal explicación no los traería a la vida, no aplacaría el dolor de las familias ni el luto de sus amigos,  pero por lo menos aportaría una razón a un asesinato sin sentido.

El asesinato de Mónica Spear no parece tener explicación alguna: las ganas de matar y punto.

La sociedad, el gobierno, los comentarios de Internet, todos claman "mano dura con los culpables", como si eso sirviera de algo. Como si el hecho de hacer que unos delincuentes de 15 años se pudran en la cárcel va a aportar alguna conclusión constructiva.

Otros apuntan a las causas. Que si se trata de la política de liberación de delincuentes, que si es el chavismo incompetente, que si es por culpa del populismo o de los jueces...

Es cierto que al gobierno el país se les fue de las manos. Pero también es cierto que si el gobierno cambia mañana, nada habrá cambiado, porque las raíces de la delincuencia son mucho más profundas. 

El triunfo de la delincuencia comenzó hace muchos años, cuando yo era niña. Recuerdo la primera vez que supe de un asesinato. La víctima se llamaba Alfonso y era un señor amable que me regalaba caramelos, hacía caricaturas y trabajaba como oficinista en el Ministerio de Fomento. Un día no vino más porque lo mataron por quitarle treinta bolívares.  Yo, incluso desde la ingenuidad de mis cinco años, no podía entender que hubiesen matado a alguien por treinta bolívares.

Unos años más tarde fue el pariente del vecino, al que unos motorizados mataron al frente de mi casa, en pleno día, para quitarle la plata que acababa de sacar del banco. Los únicos testigos eran mi hermano y su amigo, ambos de ocho años, que se quedaron viendo la escena, convencidos que se trataba de una película. Era la época de Navidad, y terminamos pasando las fiestas con los comisarios en la casa, intentando que mi hermano sacara un retrato hablado de los culpables.

Dos o tres años después le tocó al chofer de una amiga. Era un hombre bondadoso, lleno de sabiduría y de sentido del humor al que una pareja drogada mató en condiciones inhumanas para quitarle la camioneta de la casa.

Fue así, poco a poco, que la realidad del crimen nos fue tocando. Digo "nos" porque me incluyo en esa Caracas dorada del este de Chacaito, que nada tenía que ver con la otra Caracas, la de los bloques, de los cerros y las redadas de policía para verificar cédulas. En esa otra Caracas los tiros eran cotidianos, a veces tenían dirección y mataban a un hijo, un esposo o una madre. Otras veces, las balas eran anónimas.

Después, llegó Chávez. Muchos votaron por el justamente porque creían que, como militar al fin y al cabo, le pondría mano dura al hampa. Pero Chávez tenía otros planes, entre ellos, el de hacerse elegir para siempre. Para eso, necesitaba ahondar las diferencias, insultar, agredir , dividir. La sociedad venezolana, que ya estaba fraccionada, se fracturó aún más, aumentando en odio de lado y lado y la sed de violencia. Si a eso le sumamos la abismal incompetencia del chavismo, sazonada, además, de un fuerte contenido ideológico, tenemos una vertiginosa decadencia. Lo que era un fuerte problema de seguridad personal se volvió guerra civil.

La muerte de Mónica Spear nos ha afectado particularmente porque va más allá del crimen personal para convertirse en el símbolo de esa guerra cotidiana que está acabando con la sociedad venezolana.

Lamentablemente, no serán las nuevas leyes penales, ni los delincuentes presos los que nos saquen de este abismo.Tenemos un problema profundo que no se acabará a menos de un cambio radical en la manera de afrontar el problema y un cambio importante de valores de la sociedad venezolana.



1 comment:

Kira Kariakin said...

Del blog Cuentos Intrascendentes, sobre el asesinato Spears-Berry... una reflexión personal http://t.co/caEVAhfYz1
Kira Kariakin (@kirakar) enero 29, 2014